viernes, 13 de abril de 2012

En un futuro cercano







           Cuando Raúl Tirado abre la puerta de su buzón, ve algo poco habitual; una carta.
En el momento de cogerla, y tras comprobar el remitente, su pulso comienza a temblar. Su cara es, en ese instante, la angustia hecha sorpresa.
La inesperada misiva es del “Ministerio de reubicación laboral. Departamento de población activa y control censal”. Raúl sube a grandes zancadas a su apartamento; prefiere leerla en casa, pues sospecha de que se trata.

Al liberar el membrete sus temores se confirman. Han cerrado la mayor planta de producción de una importante compañía y deben recolocar al ochenta por ciento de la plantilla despedida, pues son preciados especialistas en su oficio, y el estado no puede prescindir de mano de obra tan cualificada. Su puesto, el de Raúl, será el destino de uno de dichos trabajadores. Le supera en todo. Coeficiente intelectual, preparación profesional y puntos sociales ¡Joder! ¡Los puñeteros puntos sociales!

Raúl esta blanco. La crispación inicial se va mezclando con una dramática sensación de cierta impotencia. Cree sudar, pero es solo impresión. El frío del pánico le impide cualquier transpiración.

La desventaja frente a su relevo es notable, insalvable. Raúl es consciente de ello. Sus puntuaciones en la oposición de inteligencia son inamovibles, y aunque pidiese una revisión, jamás podría superar la nota que dio hace años, cuando aún estaba fresco de mente. A esto se suma la situación personal. No está casado “Qué razón tenía mi madre: búscate una chica, hijo…y yo nada, a lo mío” Ni hijos tiene, con lo que sus puntos sociales son inexistentes. Es decir, ni “son”. Después está el tema medico. Nuestro hombre fuma y bebe a menudo. Muy a menudo.  Colesterol alto amenazando ya con un posible problema bascular y una tos crónica que augura un probable cáncer futuro. No hay nada que hacer, sino esperar. Como dice la carta, en diez días recibirá su finiquito y en un mes deberá presentarse en la oficina sanitaria de control de población.

 Sentado y cabizbajo intenta pensar; asumir. En su cerebro la impotencia deja paso a la resignación, como siempre. Es la realidad humana.

La capacidad de rebelión del hombre tiene un límite; un baremo, el del auto convencimiento. Por mucho que nos cueste reconocerlo- debido a nuestra vanidad- somos conformistas. Al comprobar que nuestra resistencia no conduce a nada, elegimos siempre la mejor opción, o lo que es peor, la más cómoda. Incluso la muerte es más cómoda que la lucha. Y además ¿Qué lucha? ¿Contra quien o contra qué? ¿Contra todo un sistema al cual perteneces y llevas años colaborando? Imposible, ilógico y vano esfuerzo.

Raúl esperará, pues, su dinero. Lo gastará en una última e irrepetible juerga. Comerá como un marqués. Elegirá a las mejores chicas por dos o tres noches; se llenara de alcohol del caro, e incluso meterá la nariz en placeres ilegales, total, ya no tiene tiempo a engancharse.

Después, cumplido el plazo irá, obediente y resacoso a que le administren, en la clínica de control de población, la solución final. La famosa y temida inyección. Se dormirá y adiós. No hay lugar para la inactividad en el nuevo mundo. La pobreza es cosa del pasado. En la sociedad actual no existe la miseria.
Hace tiempo que los hombres reclamaron gritando tras barricadas de contenedores y neumáticos ardiendo: “¡trabajo o muerte!”.

Y les hicieron caso.