martes, 1 de marzo de 2011

Volver a empezar






                                 El pequeño Jose se columpia, desganado, con la mirada triste y perdida en algún lugar de su recuerdo; esa mirada que le queda a un niño de ocho años que ha perdido a su madre hace apenas un mes, en un trágico accidente. Frente a él, sentados en un banco del parque, conversan en voz baja su padre biológico y su padrastro.


- ¿Cómo lo vas llevando, Jaime?


- Supongo que aún no lo se. Estoy vacío, no se explicarte.


- ¿Jode perderla, verdad? Yo ya pase por eso, acuérdate.


- No es el momento de ser sarcástico, Luís. No tiene gracia.


- Perdona. Es cierto, ha sido un comentario de mal gusto; creo que yo tampoco he superado ciertas cosas, ni confío en hacerlo ya. Pero lo que importa ahora es él.


Los dos hombres miran al niño. El los quiere a ambos, pero algo no encaja en su puzzle emocional. La custodia legal pertenece ahora a su padre, al que adora, pero extraña a Javier y le reclama a todas horas. Han vivido juntos muchos años, y él es un hombre bueno y cariñoso. Además, la ausencia de su madre necesita de un refuerzo afectivo que no encuentra. Sus padres lo saben. En parte por eso están hablando, intentando dejar a un lado diferencias.


- No se que decirte, Luís. Tienes razón, para bien o para mal nosotros ya estamos criados, y el tiempo dirá, pero el chico no, y lo quiero como a un hijo, tú lo sabes.


- De eso no tengo duda, Jaime; como tampoco la tengo de lo que él te ama. Lo conozco bien, y aunque está bien conmigo, se que te busca, y yo eso no se lo puedo dar. No soy tú, y no puedo llenar tú hueco.


- Comprendo, pero de estar conmigo le pasaría lo mismo, solo que a la inversa.

Luís duda por un momento antes de responder; cuando continua, lo hace con cierta vergüenza mal disimulada, levantando un poco el tono y quebrándosele la voz.

- Mira, he estado pensando que, quizás, de tenernos a los dos, esa misma alegría de ver como nos unimos para atenderle, podría ayudarle a superar lo de su madre. No se, es una idea.

- ¿Que insinúas?- dice Jaime, sorprendido.

- Que mi casa es grande, y cabemos todos.

Jaime le observa, atónito, pero no dice nada. Sabe, en su sorpresa, que la propuesta no es tan descabellada. Luís continúa.

- Incluso a ti no te vendría mal un poco de compañía por una temporada. Después ya se vera ¿No?

Los dos se miran fijamente. Hay un silencio hondo, casi místico. Después observan al chico. Luís se levanta.
- Anda, vamos a tomarnos una caña. ¡Josito! vámonos.

 Según caminan calle arriba, Jaime enciende un cigarrillo. Con media sonrisa en la boca y las manos en los bolsillos de su zamarra, pregunta.

- Oye, Luís ¿te acuerdas de la frase final de “Casablanca”?

- Eh…si ¿Por?

- Pues eso.