jueves, 9 de diciembre de 2021

CRISIS DE FE 2 Parte (Reverso)

 



-        Perdón, padre, porque he pecado.

-        Dígame doctor, en confianza.

-        Creo, padre, que he perdido la fe en la ciencia.

-        Explíquese.

-        Mire, como psiquiatra tengo acceso a multitud de problemas y debilidades humanas, pero no todas con solución. Hay veces que me siento como un curandero recetando potingues milagrosos que ya se de antemano que no son la solución. Trastornos que se escapan de mis manos y mis conocimientos. Mi capacidad de comprensión tiene cada vez más limites, y cuanta más experiencia, más dudas. Esa misma experiencia que me ha demostrado que existen problemas sin solución. Por mi consulta pasan psicópatas potenciales, pederastas, maltratadores sádicos. Personas que solo un ente superior, como su Dios, puede tratar, o juzgar. Casos en los que una terapia solo atenúa, jamás cura. Respuestas que la ciencia no me da. He aprendido que el mal existe, padre. Genético y educacional, y la impotencia se convierte en fraude dentro de mi cabeza. Yo no les puedo mandar rezar, ni convencerles de que se arrepientan, tan solo les doy unas pastillas que no nos engañemos, son como lacasitos para un adicto. Mi vocación se diluye, padre, y cada vez interactúo menos con mis pacientes. Escucho, escribo y que pase el siguiente. Es curioso, pero yo, que siempre había renegado de la religión, cada vez la veo más cercana. Creo que necesito creer, por eso vengo. Me facilitaría tanto la vida saber que hay un Dios…

-        No sabe usted como le entiendo, doctor.

-        Pues esta es mi confesión, padre.

-        Le mandaría rezar dos padre nuestros, si se los sabe, pero no creo que sea necesario ¿no?

-        Los rezaré, que nunca se sabe.


lunes, 6 de diciembre de 2021

CRISIS DE FE 1parte (Anverso)

 




-          Buenos días padre, acomódese ¿Qué tal la semana?

-        Buenas, doctor. Igual o peor. Siguen latiendo mis problemas, o más que problemas, preocupaciones. Siento un vacío que cada vez se hace más grande y creo que es la ausencia de Dios. O tal vez sea predicar en el desierto, que termina quemando. Creo que he tirado la toalla hace tiempo y lo que tengo ahora es monotonía laboral.

-         ¿Ha perdido usted la fe?

-          Sinceramente, creo que sí. Verá, de joven, cuando no era más que un novicio, era todo ilusión, como un idealista con su ideal o un enamorado con su pasión, pero luego empiezas a ejercer y te vas asentando en la realidad, y tanto la pasión como los ideales se difuminan, igual que la fe, y ya todo se vuelve más pragmático. Calas a la gente, sus inquietudes, sus miserias, y vas abriendo los ojos hasta que dices “¿es esto la obra de Dios?”. Mire, doctor, de toda mi parroquia cuento con los dedos de una mano, y sobran dedos, auténticos devotos. La mitad vienen por tradición, por cumplir trámite, y la otra mitad por miedo a que de verdad exista algo. Por amor al creador vienen dos a lo sumo. Y luego está el confesionario. Las cosas que uno escucha, más propias de su consulta que de la mía. Y tengo la obligación de perdonar, cuando en vez de mandar rezar ave marías les daría un par de hostias a más de uno, pero hostias de cinco dedos, no obleas. Parece mentira que la gente crea con facilidad que le va a tocar la lotería y en cambio les cuesta un mundo creer en algo superior, es curioso. Solo hay una mujer que me devuelve la cordura. Es callada, nunca va en domingo, sino a diario, cuando menos visible esta. Tiene la paz en el rostro. Llega, escucha, reza y se va. Nunca se confiesa. Sé que es feliz, una creyente convencida, que siente a Dios en cada bocanada de aire, que para ella vivir es un regalo divino, y así se lo toma, con la máxima humildad. Me han contado que apenas tiene recursos, pero que afronta los problemas con una sonrisa y jamás habla mal de nadie, dígame ¿Cuántas pastillas necesitaríamos nosotros para sentir su bienestar? No sabe usted como la envidio. Quizás sea por ella que sigo en la trinchera, doctor. Puede que sea la señal que Dios me ha enviado, a saber.

-        Dígame, padre ¿Por qué viene usted a terapia?

-        Por lo mismo que usted va a misa, doctor, para aliviarme. Para aliviarme.