¿Caprichoso el destino, dices? Mejor di cabrón, y aciertas.
Mira, he visto cosas en la vida que la única explicación que encuentro es la de
la broma macabra, o la putada.
Te contaré una de esas que es para mojar pan, escucha: Eran
dos chavales de mi barrio, hace ya bastante. Serían los ochenta o así, en plena
fiebre de la heroína en Madrid. Recordaras que de aquella se pasaba del canuto
al pico, así, en un “plas”.
Bien, estos tíos que te digo eran gemelos; no igualitos,
pero gemelos. Habrás oído mil historias sobre gemelos, eso de que tienen una
especie de conexión especial, o algo parecido, tipo telepatía. Vamos, como un
sexto sentido entre ellos. Te pasará como a mí, que no me creía ni papa de esos
rollos, pero deja que acabé la historia y verás.
Estos dos no eran nada especial, salvo para su madre, claro,
que los tenía consentidos de la hostia. Hasta el viejo se lo decía: “María,
joder, que no son los más guapos y chulos del barrio, coño, que se lo van a
creer”, y claro, les paso lo que les suele pasar a los nenes mimados que no
reciben un guantazo a tiempo; lo mismo que hoy salen gilipollas, antes se hacían yonquis. Ahí es donde entro
yo, que por aquel entonces me ganaba la vida vendiendo jaco a los chavales. Aquello
era una bola para los talegueros como yo. Salías de la cárcel, juntabas un poco
de pasta para mover medio kilo de caballo y te forrabas.
Cuando conocí a estos dos estaban ya enganchados de cojones.
Se querían, si; inseparables y toda esa historia, pero eran yonquis y un día
pasó lo que termina por pasar en estos casos. Uno fue a pillar para los dos y
se lo acabó metiendo todo él. Cuando el otro se enteró, lo típico; se liaron a
hostias y se dejaron de hablar. Cosas de yonquis, ya sabes; puedes cagarte en
su puta madre pero no tocarles la papelina, eso es sagrado.
Pasaron un par de
años. Yo les seguía vendiendo. Eso sí, hacían todo lo posible por no coincidir.
Si uno venía por la mañana, el otro lo hacia por la noche. Yo a lo mío; como
mucho les informaba, en plan: “ha estado tu hermano por aquí”. Silencio, o un
seco:” que le den por culo al cabrón ese”
Un día todo se fue a la mierda. Trincaron a quien me
suministraba y tuve que cambiar de proveedor. Aún hoy día no se bien si lo que
me vendió era demasiado puro o es que estaba cortado con mierda, pero resulto
ser una bomba. Cayeron como moscas. Que yo sepa palmaron cinco habituales,
todos por sobredosis, que es como le llaman los médicos al “chungo”. Yo me tuve
que pirar echando leches, y para no volver. Por un lado me buscaba la pasma y
por otro los piezas y los que casi pillan. Calcula.
Con el tiempo me enteré que entre los que murieron estaban
los dos hermanos, ya ves. Palmaron el mismo día, tío, como gemelos de peli mala.
Nacieron y murieron a la vez, y además de lo mismo. Lo que te dije, el puto
destino.
La lápida que les puso la vieja tuvo su gracia:
“Que la muerte una para siempre lo que la vida separó”
Hay que joderse.Tendría que haber puesto: Que la droga una
para siempre lo que la droga separó, ¿no crees?