jueves, 7 de marzo de 2013

Y al final, juntos de nuevo












                            ¿Caprichoso el destino, dices? Mejor di cabrón, y aciertas. Mira, he visto cosas en la vida que la única explicación que encuentro es la de la broma macabra, o la putada.
Te contaré una de esas que es para mojar pan, escucha: Eran dos chavales de mi barrio, hace ya bastante. Serían los ochenta o así, en plena fiebre de la heroína en Madrid. Recordaras que de aquella se pasaba del canuto al pico, así, en un “plas”.
Bien, estos tíos que te digo eran gemelos; no igualitos, pero gemelos. Habrás oído mil historias sobre gemelos, eso de que tienen una especie de conexión especial, o algo parecido, tipo telepatía. Vamos, como un sexto sentido entre ellos. Te pasará como a mí, que no me creía ni papa de esos rollos, pero deja que acabé la historia y verás.

Estos dos no eran nada especial, salvo para su madre, claro, que los tenía consentidos de la hostia. Hasta el viejo se lo decía: “María, joder, que no son los más guapos y chulos del barrio, coño, que se lo van a creer”, y claro, les paso lo que les suele pasar a los nenes mimados que no reciben un guantazo a tiempo; lo mismo que hoy salen gilipollas,  antes se hacían yonquis. Ahí es donde entro yo, que por aquel entonces me ganaba la vida vendiendo jaco a los chavales. Aquello era una bola para los talegueros como yo. Salías de la cárcel, juntabas un poco de pasta para mover medio kilo de caballo y te forrabas.
Cuando conocí a estos dos estaban ya enganchados de cojones. Se querían, si; inseparables y toda esa historia, pero eran yonquis y un día pasó lo que termina por pasar en estos casos. Uno fue a pillar para los dos y se lo acabó metiendo todo él. Cuando el otro se enteró, lo típico; se liaron a hostias y se dejaron de hablar. Cosas de yonquis, ya sabes; puedes cagarte en su puta madre pero no tocarles la papelina, eso es sagrado.
Pasaron un  par de años. Yo les seguía vendiendo. Eso sí, hacían todo lo posible por no coincidir. Si uno venía por la mañana, el otro lo hacia por la noche. Yo a lo mío; como mucho les informaba, en plan: “ha estado tu hermano por aquí”. Silencio, o un seco:” que le den por culo al cabrón ese”

Un día todo se fue a la mierda. Trincaron a quien me suministraba y tuve que cambiar de proveedor. Aún hoy día no se bien si lo que me vendió era demasiado puro o es que estaba cortado con mierda, pero resulto ser una bomba. Cayeron como moscas. Que yo sepa palmaron cinco habituales, todos por sobredosis, que es como le llaman los médicos al “chungo”. Yo me tuve que pirar echando leches, y para no volver. Por un lado me buscaba la pasma y por otro los piezas y los que casi pillan. Calcula.
Con el tiempo me enteré que entre los que murieron estaban los dos hermanos, ya ves. Palmaron el mismo día, tío, como gemelos de peli mala. Nacieron y murieron a la vez, y además de lo mismo. Lo que te dije, el puto destino.
La lápida que les puso la vieja tuvo su gracia:

“Que la muerte una para siempre lo que la vida separó”

Hay que joderse.Tendría que haber puesto: Que la droga una para siempre lo que la droga separó, ¿no crees?