martes, 18 de enero de 2011

Placer cronometrado

               





               La puerta se cierra tras la espalda del muchacho. Atrás queda el mundo rutinario y sus ruidos. De frente, la mirada acogedora de su novia, que sentada al borde de la cama, luce esa sonrisa de paz, de sueño, de deseo. Solos por fin, en esa habitación, podrán desafiar al tiempo y detenerlo; el momento es excitante, como lo es el cuerpo de la chica y su voz, cuando saluda:



 – Juanma, vida mía…que guapo estás.


El joven tan solo acierta a besarla, lenta y profundamente. Saborea esos labios con los que todas las noches sueña, mientras su mano, instintivamente, se sumerge en el cabello de la chica.

Un mes sin verse, pensando en este instante, planeando hasta la ultima palabra que decirle, hasta el mínimo gesto; ahora, todo se olvida, es el corazón el que dirige, la inercia la que manda, y toda la paciencia contenida en treinta días explota en sudor y nervio. Amor, deseo, quizás vida.


Las manos temblorosas del chico buscan bajo la ropa de su novia esa piel de veinte años, los botones interiores de su cuerpo, las humedades femeninas que le aguardan y prometen el placer, tantas veces recordado.


La boca de la joven comienza a explorar el cuerpo de su novio, músculo a músculo, poro a poro. El tiempo no se detiene; se acelera. La pasión ilumina los dos cuerpos, pero algo no responde. Ella se da cuenta y precipita sus intentos; el chico se sonroja y disimula con la lengua el imprevisto de su hombría. Duro golpe, fallar con veinte años.


 El ego es el que sufre, más que el cuerpo. La vanidad femenina comienza y acaba en los márgenes de un espejo; se conocen, se admiten, y como mucho, se retocan. La del hombre no, es infinita e ignorante.


Los nervios tienen doble filo en estos casos, y el deseo aboca en decepción cuando se insiste en lo imposible. Desilusión, fraude y ese consuelo femenino y maternal que tanto duele.


La llamada a la puerta termina la tortura. Fin del vis a vis. De nuevo a los barrotes, de nuevo a soñar con ese cuerpo, otro mes. Un plazo más en la mente del muchacho, una obsesión camino del complejo. El amor es secundario cuando prima la autoestima.