- “ El primer cigarrillo del día tiene alma, o la despierta, no se. Al exhalar el humo de la profunda calada inicial del encendido, suelto también, o esa es mi impresión, los problemas hecho nudos que asfixian cuando aún no se está del todo lucido.
Si, la nicotina, con el ansia, viaja rápido al cerebro, y este relaja las neuronas, alocadas después de sufrir mis eternas pesadillas.
El agobio, esa espantosa sensación de impotencia ante la adversidad, precisa de una droga como antídoto, y solo me quedas tú, compañero de mi vida.
Tabaco, a nada más puedo recurrir actualmente. En éste instante, el placer lo cuento por caladas. Ya sin amor, sin barra, sin amigos ni ilusiones, castrado de sueños, prohibido de excesos y de vicios, te fumo, paz y deleite.
Observo tu llama, y lo que queda de ti. Nunca hasta ahora había pensado en lo que duras en el tiempo, ese horroroso invento humano. A veces, un minuto despistado, otras, como ésta, milagrosamente eterno. Hasta una vida entera puede recordarse en tu consumo, o quizás, esos breves momentos de ésta que nos han llenado. Lo importante, o lo único, de nuestra estupida existencia.”
- Vamos, amigo, ya es la hora.
El condenado mira tranquilamente al carcelero. Ha dejado de sudar, y lentamente apaga la colilla, mientras observa el letrero del paquete que dice “Fumar puede matar”. Sonriente, se levanta, para dirigirse con los guardias al corredor que conduce al patíbulo.