Cuando Raúl Tirado abre la puerta de su buzón, ve algo poco
habitual; una carta.
En el momento de cogerla, y tras comprobar el remitente, su
pulso comienza a temblar. Su cara es, en ese instante, la angustia hecha sorpresa.
La inesperada misiva es del “Ministerio de reubicación
laboral. Departamento de población activa y control censal”. Raúl sube a
grandes zancadas a su apartamento; prefiere leerla en casa, pues sospecha de
que se trata.
Al liberar el membrete sus temores se confirman. Han cerrado
la mayor planta de producción de una importante compañía y deben recolocar al ochenta
por ciento de la plantilla despedida, pues son preciados especialistas en su
oficio, y el estado no puede prescindir de mano de obra tan cualificada. Su puesto,
el de Raúl, será el destino de uno de dichos trabajadores. Le supera en todo.
Coeficiente intelectual, preparación profesional y puntos sociales ¡Joder! ¡Los
puñeteros puntos sociales!
Raúl esta blanco. La crispación inicial se va mezclando con
una dramática sensación de cierta impotencia. Cree sudar, pero es solo
impresión. El frío del pánico le impide cualquier transpiración.
La desventaja frente a su relevo es notable, insalvable. Raúl
es consciente de ello. Sus puntuaciones en la oposición de inteligencia son
inamovibles, y aunque pidiese una revisión, jamás podría superar la nota que
dio hace años, cuando aún estaba fresco de mente. A esto se suma la situación
personal. No está casado “Qué razón tenía mi madre: búscate una chica, hijo…y
yo nada, a lo mío” Ni hijos tiene, con lo que sus puntos sociales son
inexistentes. Es decir, ni “son”. Después está el tema medico. Nuestro hombre
fuma y bebe a menudo. Muy a menudo. Colesterol alto amenazando ya con un posible
problema bascular y una tos crónica que augura un probable cáncer futuro. No
hay nada que hacer, sino esperar. Como dice la carta, en diez días recibirá su
finiquito y en un mes deberá presentarse en la oficina sanitaria de control de
población.
Sentado y cabizbajo
intenta pensar; asumir. En su cerebro la impotencia deja paso a la resignación,
como siempre. Es la realidad humana.
La capacidad de rebelión del hombre tiene un límite; un
baremo, el del auto convencimiento. Por mucho que nos cueste reconocerlo-
debido a nuestra vanidad- somos conformistas. Al comprobar que nuestra
resistencia no conduce a nada, elegimos siempre la mejor opción, o lo que es
peor, la más cómoda. Incluso la muerte es más cómoda que la lucha. Y además
¿Qué lucha? ¿Contra quien o contra qué? ¿Contra todo un sistema al cual
perteneces y llevas años colaborando? Imposible, ilógico y vano esfuerzo.
Raúl esperará, pues, su dinero. Lo gastará en una última e
irrepetible juerga. Comerá como un marqués. Elegirá a las mejores chicas por
dos o tres noches; se llenara de alcohol del caro, e incluso meterá la nariz en
placeres ilegales, total, ya no tiene tiempo a engancharse.
Después, cumplido el plazo irá, obediente y resacoso a que
le administren, en la clínica de control de población, la solución final. La
famosa y temida inyección. Se dormirá y adiós. No hay lugar para la inactividad
en el nuevo mundo. La pobreza es cosa del pasado. En la sociedad actual no
existe la miseria.
Hace tiempo que los hombres reclamaron gritando tras
barricadas de contenedores y neumáticos ardiendo: “¡trabajo o muerte!”.
Y les hicieron caso.
4 comentarios:
Caste!!! Te he puesto en búho el comentario (y he acabado mandándotelo por mp). Te decía que este texto es "asquerosamente" real, que podría ser de Huxley o de Orwell y que me parece que al paso que vamos terminaremos así (trabajo o muerte...¡qué horror!)
Es tan surrealista y, a la vez, tan previsiblemente posible (¿probable quizá?) que da miedo. ¿Llegaremos a tal extremo? Humanamente es posible. Buen trabajo, amigo. Te había perdido en el GB, pero una amiga me ha facilitado el acceso a tu blog.
!qué gusto, Antonio, re-encontrarte por aquí!
Como siempre, tus relatos que sacuden, y pintan estremecedoras realidades, crudas, pero tan previsibles...
Veo que aquí no se "borra" ningún mensaje...ja! tú me entiendes.
Un abrazo
Ya leí, creo que en este blog, un relato tuyo sobre el tema, algo más detallado, en el que un currela se quedaba sin faena y lo quitaban del tabaco... Vuelves a poner a tiro a cierta parte de la sociedad la cual parece ser lastre. Y es que hay quien merece un trabajo digno porque quiere trabajar, algo adaptado a sus posibilidades, y no lo consigue, y lo asesinan socialmente. Luego está quien no trabaja ni quiera ni sabe, y cobra miles de euros al mes. Asco...
Bueno, he buscado un relato tuyo que no hubiera leído, y este ha sido, y mira que no sabía si lo iba a encontrar, amigo.
Gracias por tu comentario en mi poema bipolar, me gusta cuando expresas realidades después de una lectura, pasa poco.
Un abrazo
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