Voy a contaros un cuento de marinos, o más bien un cuento de personas, pues la moraleja del mismo viene a decir lo complicados, y paradójicamente simples que podemos llegar a ser.
Era un joven pescador qué, como todas las mañanas, salió con su barco a faenar. Llevaba provisiones para el día, pero una violenta tormenta lo tuvo a la deriva por más de tres jornadas, sin rumbo, sólo en el océano. Incapaz de hacerse con el control del barco, sediento y terriblemente cansado, rompió a llorar. Luego rezó, y entre oraciones se quedó dormido.
Al despertar, lucía un sol espléndido y el mar estaba en calma. Comprobó que el bote no sufría desperfectos y se alivió. A lo lejos avistó tierra. Quizá fuese un islote que no figuraba en el mapa. A saber cuantas millas había navegado. Allí se dirigió, con la esperanza de encontrar agua dulce. Al llegar, soltó el ancla y a nado se acercó a la playa. Para su asombro, un grupo de nativos, semidesnudos, le estaban esperando. A duras penas y con gestos se hizo entender. Aquella gente era amable y acogedora . Le condujeron hasta su poblado, que era un grupo de chozas echas de arcilla y paja. Le dieron agua y comida y le invitaron a descansar.
Y así paso un tiempo. Aprendió su idioma, su manera de vivir, sus costumbres y su filosofía. Eran felices con poco, y él también era feliz. Sintió, por primera vez en su vida algo parecido a la libertad, era dueño de sí mismo. Cada día era diferente, sin preocupaciones, nada más que alimentarse y vivir, con tiempo para pensar, caminar, reír. Incluso aprendió a cazar.
Una joven se fijo en él, y él en ella. Empezaron a pasar tiempo juntos, a solas, y terminaron uniéndose. Construyeron una casa y fueron agasajados como nueva pareja ¡Dios, aquello era el paraíso! Tuvieron hijos y así pasaron los años. Era un hombre nuevo, con una familia de verdad en el lugar más bello y virgen que se había imaginado.
Mas una noche una terrible tormenta sacudió la isla de norte a sur. Hubo daños. Algunos tejados habían volado e incluso algún árbol cayó. Pronto se pusieron a reparar los desperfectos, pero nuestro joven protagonista descubrió, horrorizado, que su barco se había hundido. ¿Horrorizado por qué? Os preguntareis, pues no lo utilizaba y allí era feliz ¿Para qué quería el barco? Tampoco él lo sabía, pero cambió. Dejó de ser feliz. Dejo de reír, de amar la vida, de sentirse afortunado. Incluso la presencia de su amada y de sus hijos le incomodaba, y cayó en una profunda depresión, de la que jamás se recuperó.
Puede que aquel barco representase para él la libertad de elección, la oportunidad de marchar si algún día así lo decidiese, aunque nunca llegase ese momento. Y es que lo queremos todo. Ese es el problema.
17 comentarios:
Un bonito cuento que guarda una gran verdad con ese final. Somos muy visuales para algunas cosas y no somos capaces de discernir que somos los auténticos dueños de nuestra vida. Me ha encantado la reflexión que planteas, amigo mío. Un placer leerte, siempre.
Un abrazo muy grande, mi Castel.
Bueno, un poco así es.
La felicidad como estado permanente es imposible de sostener.
Cada día pueden suceder cosas que la haga saltar por los aires.
Saludos.
Muy buenas me encanto tu cuento, pero mucho más la reflexión que se puede sacar de él. Estoy de acuerdo que queremos todo y no, nos damos cuenta que todo es imposible tener, seamos felices con lo que poseemos en el instante. Un abrazo y feliz domingo. Gracias por tu visita.
-Nunca mejor dicho ,
que el que todo lo quiere todo lo pierde, en este caso con matices...
Me ha gustado leerte y es un reflexión estupenda.
-Vengo del blog de Luis Antonio:¿estamos con la felicidad en debate?
Saludos me encanta este rinconcito
Desde luego ese barco, significaba la libertad y de la libertad se hace uso o no.
Un saludo, buen cuento.
Bonito y entrañable, cuento, CCC. Tienes un blog magnífico, lo cual hoy en día no es fácil de mantener. Enhorabuena.
Saludos.
Un placer volver a leerte después de tanto tiempo!
Un abrazo Caste.
Genial relato con una muy buena reflexión ;)
Saludos desde Plegarias en la Noche.
Hola Castelo, que hermoso cuento, y si, asi de complicados somos cuando conseguimos la felicidad queremos mas. Y ese barco era la llave para ir por mas felicidad.
Un fuerte abrazo!!
El barco era una esperanza para el, nunca se sabe lo que pasara el día de mañana, quizá en el fondo de su corazón un día pensaba regresar a su origen, ... Saludos.
Tal cual, lástima que seamos así de simples porque la vida pasa demasiado rápido.
Abracines utópicos.-
me gusta como escribes asi de facil y sin vueltas
Tu relato nos dice mucho de cómo las personas reaccionamos ante situaciones que aparentemente no son difíciles. Conozco alguna persona que ante la pérdida de un familiar, incluso mayor, se han hundido en el abatimiento. Hay situaciones que si no se aceptan terminan por costar la saludo como a tu pescador.
Un abrazo.
Se me olvidó decirte que la historia tiene una magnífica moraleja.
Saludos, CCC.
Tu último párrafo es harto expresivo...
Saludos cordiales
Qué bonito cuento nos has contado de marinos y además romántico, un marino que se transformó. Lo peor es que la felicidad no siempre es eterna y las cosas pueden cambiar.
Un abrazo.
Una reflexión con una gran verdad, una verdad gigante
Paz
Isaac
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