lunes, 27 de diciembre de 2010

Tacto



- Cariño, ven aquí, por favor. Apaga la luz, pon la música mas hermosa que conozcas, y quédate a mi lado.

- ¿Quieres descansar, vida…?

-…Quiero que descanse mi impaciencia, que el tiempo se detenga, y llenar mis manos de belleza.

- Ya, lo que quieres es jugar.

- Cierto. Jugar es lo único que hace honesta mi lujuria, y me vuelve más persona. Si mis dedos corren torpes por tu pelo, y tiemblan, regresan a la infancia, a la ilusión, empujándome así al misterio de tu cuerpo…buscando, hasta tu boca, una respuesta a tu permiso.

-…ah…tus manos, me encantan tus manos, lo sabes…
- No son ellas, si no el magnetismo que desprenden con el roce de tu piel…

- Siempre me llevas la contraria en algo, tesoro mío…

- Eso, vida, es parte del juego.

- No dejes de tocarme…

- Ya no soy yo quien las guía…ellas se abren paso por instinto. Conocen el mapa de tu cuerpo, y buscan, por tu piel, los senderos del deseo. Del húmedo tacto de tu axila se dejan resbalar hasta tu pecho, que erguido las aguarda, casi tenso…así, una pausa en la firmeza del crepúsculo del seno y continúan, ya sin miedo, recorriendo poro a poro, exigiéndote sudor y fuego, hasta llegar a la erótica curva de tu tripa maternal, antesala del calor de tu pasión, que impaciente, las espera…y entonces, caprichosas, se recrean en la seda de tus muslos, para después subir, a su punto de encuentro, de principio y de final…donde nace el niño y muere el hombre…

- Te necesito…ven…deja de jugar…

- ¿Sabes, amor?...que fortuna tuve, en ese accidente, de perder la vista, y no las manos. Puedo imaginarme tu belleza…pero no tu tacto.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jejejejejeje...
Siempre he creído que los ciegos no están absolutamente condenadas a un mundo de tinieblas. En buena medida depende de ellos y del uso que den al resto de sus sentidos.
Jolines, el ciego,jejejeje.

Manuel dijo...

Uf, menudo trago, Castelo. Esta historia narrada de esa forma, nos enseña que incluso las personas que no pueden ver pueden dar mucho amor y con muchísima delicadeza.

Excelente, Castelo.

Un abrazo.