- Buenos días padre, acomódese ¿Qué tal la semana?
- Buenas, doctor. Igual o peor. Siguen latiendo mis problemas, o más que problemas, preocupaciones. Siento un vacío que cada vez se hace más grande y creo que es la ausencia de Dios. O tal vez sea predicar en el desierto, que termina quemando. Creo que he tirado la toalla hace tiempo y lo que tengo ahora es monotonía laboral.
- ¿Ha perdido usted la fe?
- Sinceramente, creo que sí. Verá, de joven, cuando no era más que un novicio, era todo ilusión, como un idealista con su ideal o un enamorado con su pasión, pero luego empiezas a ejercer y te vas asentando en la realidad, y tanto la pasión como los ideales se difuminan, igual que la fe, y ya todo se vuelve más pragmático. Calas a la gente, sus inquietudes, sus miserias, y vas abriendo los ojos hasta que dices “¿es esto la obra de Dios?”. Mire, doctor, de toda mi parroquia cuento con los dedos de una mano, y sobran dedos, auténticos devotos. La mitad vienen por tradición, por cumplir trámite, y la otra mitad por miedo a que de verdad exista algo. Por amor al creador vienen dos a lo sumo. Y luego está el confesionario. Las cosas que uno escucha, más propias de su consulta que de la mía. Y tengo la obligación de perdonar, cuando en vez de mandar rezar ave marías les daría un par de hostias a más de uno, pero hostias de cinco dedos, no obleas. Parece mentira que la gente crea con facilidad que le va a tocar la lotería y en cambio les cuesta un mundo creer en algo superior, es curioso. Solo hay una mujer que me devuelve la cordura. Es callada, nunca va en domingo, sino a diario, cuando menos visible esta. Tiene la paz en el rostro. Llega, escucha, reza y se va. Nunca se confiesa. Sé que es feliz, una creyente convencida, que siente a Dios en cada bocanada de aire, que para ella vivir es un regalo divino, y así se lo toma, con la máxima humildad. Me han contado que apenas tiene recursos, pero que afronta los problemas con una sonrisa y jamás habla mal de nadie, dígame ¿Cuántas pastillas necesitaríamos nosotros para sentir su bienestar? No sabe usted como la envidio. Quizás sea por ella que sigo en la trinchera, doctor. Puede que sea la señal que Dios me ha enviado, a saber.
- Dígame, padre ¿Por qué viene usted a terapia?
- Por lo mismo que usted va a misa, doctor, para aliviarme. Para aliviarme.
12 comentarios:
Buen relato 😉
Saludos desde Plegarias en la Noche
Singular. Un relato con final que me encanta. Adecuado, correcto y, hasta, sorprendente.
Bravo.
Un abrazo de lunes.
Por una sola persona merece la pena continuar con la convicción de que se está haciendo algo bien. Siempre es un placer leerte, amigo mío.
Un abrazo de los grandes y feliz semana.
Que buen relato, creo que los sacerdotes deben cargar con muchas preocupaciones, ya que que le toca escuchar todos los problemas de los demas, y me imagino se debe sentir superado el no poder ayudar a todos, y en este caso es util la terapia, ademas de Dios.
Me gusto que esa mujer y su fe, sean su inspiracion a no bajar los brazos y seguir!!
Hermosa historia Castelo!!
Un fuerte abrazo y buena semana!!
Maravilloso relato y lleno de verdades. Un final muy bueno. Saludos a la distancia.
Beautiful blog
Read my new post
Muy bueno, me ha gustado eso de dar ostias con los cinco dedos, muy apropiado además entendible. Gracias por tu visita, te mando un abrazo y un feliz martes.
Médicos, sacerdotes, psicólogos, psiquiatras, sabios, genios... y nada... no tenemos pruebas de nada.
Castelo, que buena historia, y es que para afrontar la realidad hace falta algo más que fe.
Un saludo.
Y es verdad, tus letras nos recuerdan que de verdad una verdadera oración es sentir amor por Dios
Paz
Isaac
UN DELEITE LEERTE
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