viernes, 28 de enero de 2011

El cigarro



          - “ El primer cigarrillo del día tiene alma, o la despierta, no se. Al exhalar el humo de la profunda calada inicial del encendido, suelto también, o esa es mi impresión, los problemas hecho nudos que asfixian cuando aún no se está del todo lucido.

Si, la nicotina, con el ansia, viaja rápido al cerebro, y este relaja las neuronas, alocadas después de sufrir mis eternas pesadillas.

El agobio, esa espantosa sensación de impotencia ante la adversidad, precisa de una droga como antídoto, y solo me quedas tú, compañero de mi vida.

Tabaco, a nada más puedo recurrir actualmente. En éste instante, el placer lo cuento por caladas. Ya sin amor, sin barra, sin amigos ni ilusiones, castrado de sueños, prohibido de excesos y de vicios, te fumo, paz y deleite.

Observo tu llama, y lo que queda de ti. Nunca hasta ahora había pensado en lo que duras en el tiempo, ese horroroso invento humano. A veces, un minuto despistado, otras, como ésta, milagrosamente eterno. Hasta una vida entera puede recordarse en tu consumo, o quizás, esos breves momentos de ésta que nos han llenado. Lo importante, o lo único, de nuestra estupida existencia.”



- Vamos, amigo, ya es la hora.


             El condenado mira tranquilamente al carcelero. Ha dejado de sudar, y lentamente apaga la colilla, mientras observa el letrero del paquete que dice “Fumar puede matar”. Sonriente, se levanta, para dirigirse con los guardias al corredor que conduce al patíbulo.



3 comentarios:

Manuel dijo...

Al leer tus trabajos, tengo por costumbre situar el escrito a media pantalla de tal forma que el final aparezca cuando yo decida que así sea. Sí porque se me van los ojos hacia el final. Quiero ser sorprendido. Quiero desengranar yo mismo el final y, amigo Castelo, nunca lo consigo.
Tremenda historia.

Eres genial.
Un abrazo.

callejera dijo...

Muy bueno, como siempre, Castelo.
Manuel, yo hago lo mismo que tú, porque siempre al final... sorpresa genial.

mcjara dijo...

Yo, sin embargo, no tengo problema en dejar que me lleves tú hasta el final. En disfrutar tu escrito frase a frase.
¿Qué decir sobre una historia así cuando nunca he fumado? Por eso no entiendo el alivio o placer que pude significar. Sin embargo, no me deja indiferente ese final. Qué contradicción, ¿verdad? Lo que mata a millones de personas sirve de último alivio a quien está a punto de morir. Una vez más, un placer leerte.